Del escritorio de Julio Ruíz

La fe del padre de la fe

Génesis 12:1-9; Hebreos 11:8-13

INTRODUCCIÓN: ¿Por qué todo un capítulo dedicado a la fe? Porque la fe es lo que define al cristiano. La Biblia nos dice que lo que no proviene de fe es pecado (Ro. 14:23). Eso es lo que se conoce como incredulidad. ¿Por qué la gente se pierde eternamente? No es porque haya  cometido el peor de los pecados, sino porque no ha creído (Jn. 3:18). La incredulidad es la que origina los demás pecados. ¿Cuál cree usted que fue el real pecado de Adán y Eva? El pecado de la incredulidad. Ellos no le creyeron a Dios y su advertencia. Vea la diferencia con Abraham. No encontramos en la Biblia a un hombre que haya sido tan amado como él. Ha sido amado por los  judíos, los musulmanes y  los cristianos. A él se la ha dado el título de  “padre de la fe”. En esta galería su nombre es el que más se oye. Abraham es el hombre cuya fe agradó al Señor. Y en este sentido se ha dicho que si usted quiere agradar a Dios hágalo sin  importar a quien desagrade. Pero si usted desagrada a Dios, no importa a quien agrade. ¿Quién fue Abraham antes de convertirse en el padre de la fe? Era un pagano e idólatra en su tierra de origen. Tome en cuenta, además, que no fue sino cuando tenía 75 años  que comenzó a vivir por fe. Esto es una buena noticia. Hay gente que piensa que es muy vieja para vivir por fe. Pero observe el caso de este patriarca. Cuando salió de su tierra ya era un hombre de éxito en sus negocios. Estaba en la plenitud de la vida. Tenía una esposa bellísima y sin duda estaba rodeado de amigos y de prestigio. Sin embargo, de un momento a otro hace un anuncio donde dejaba la comodidad que tenía porque  una voz extraña que nunca la había oído le decía que saliera de su tierra y su parentela porque haría de él una gran nación. Por lo tanto su fe fue seguida con obras. Consideremos la fe del “padre de la fe”. ¿Por qué un creyente es considerado hijo de Abraham?

I. UNA FE OBEDIENTE AL LLAMADO  (He. 11: 8ª)

La raíz de la auténtica fe es escuchar la voz de Dios. El texto comienza diciéndonos que él: “Siendo llamado…”.  De acuerdo a Génesis 12, Dios le habló a Abraham de  una forma personal. Junto con el llamado hay un  programa que se esperaba que cumpliera. La fe es contraria a lo que yo  resuelvo por mi propia cuenta. Pero se convierte en certeza cuando Dios dice que lo hará a través de ella. La fe demanda escuchar la voz de Dios. Tenemos que admitir que Abraham escuchó la voz de Dios como ninguno de nosotros la ha escuchado. Es más, ni siquiera a Moisés se le apareció tan real, pues Dios le habló desde una zarza ardiendo. Saulo y Pedro fueron otros ejemplos de hombres que escucharon la voz de Dios de una manera sobrenatural. Pero, ¿será esto lo que estamos esperando hoy para sentir que Dios habla? ¿Tenemos ahora menos ventajas? ¡No! Vea la ventaja que tenemos de acuerdo a Hebreos 1:1,2. Antes no había la presencia del Espíritu Santo y la palabra de Cristo revelada. Aquella gente siempre esperaba por una  revelación especial. Pero ahora podemos abrir la palabra y ya estamos escuchando la voz de de Dios. Abraham obedeció por fe al instante. ¿Qué hacemos al oír y leer la palabra? 

II. UNA FE QUE NO SE DETIENE FRENTE A LOS   RIESGOS  A TOMAR v. 8b

Ahora tome en cuenta lo siguiente. Si usted oye la voz de Dios y no toma el riesgo del llamado, entonces no podrá conocer la forma como Dios quiere bendecirle. ¿Qué pasó con Abraham? Él no sabía hacia donde se dirigía, pero resolvió que ese no era su problema. Se imaginó que el Dios que le llamaba tenía un mapa bien trazado para no perderse. Por cierto no se nos dice que él se haya perdido alguna vez en sus viajes. La situación para nosotros no ha cambiado. No nos preocupemos si no entendemos totalmente, más bien estemos listos para obedecer instantáneamente. Es posible que a veces el  obedecer una orden no tenga sentido, pero hagámoslo si el Señor así lo pide. Recuerde este principio, si usted no obedece lo que ya sabe no le pida a Dios más revelación. Comience obedeciendo lo revelado, lo demás vendrá después.

III. UNA FE QUE ESTABLECE UN ORDEN PRIORITARIO DE  VALORES v. 9

Abraham era un hombre sin mucho apego a las cosas materiales, aunque cuando era  muy rico. Su vida nos enseña que no debemos convertir las cosas materiales en el asunto más importante. Note que él vivió como extranjero. (He. 11:9).  No se apegó mucho a esa tierra. Las estacas de su carpa no las profundizaba mucho, pues siempre estaba levantando campamento. Bien podemos decir que Abraham no fue amigo del mundo. Estableció muy bien sus prioridades. Y vea que mientras su sobrino puso su tienda cerca de Sodoma, él se fue en otra dirección. Era extranjero en Canaán; así vivió todo el tiempo. Como alguien lo definió: “Era un peregrino lejos de su hogar pero a su vez yendo a su real hogar”. Debemos establecer nuestro orden de valores. Si solo vivimos para el mundo estamos viviendo sin fe. Debemos vivir siempre como extranjeros, eso nos ayudará a no amar tanto a este mundo. Pero, ¿nos ve el mundo como extranjeros? La gente de Canaán supo que Abraham era un extranjero. Ellos supieron que ese hombre adoraba a un Dios distinto. ¿Hemos establecido ese orden de prioridades en la vida? ¿Está haciendo nuestra fe la diferencia? ¿Podrá la gente calificarnos como ciudadanos del reino de los cielos?

IV. UNA FE QUE ES GUIADA POR UNA  VISIÓN v. 10

El versículo 10 es muy significativo en este pasaje. Abraham era un hombre que miraba con frecuencia hacia el cielo. La promesa que Dios iba a ser de él una nación como las estrellas del cielo, tenía que mantenerlo enfocado siempre hacia el cielo. La palabra clave aquí es “esperaba”. Con mucha frecuencia perdemos nuestro enfoque, sobre cuando llegan esos momentos donde ya no queremos seguir. Cuando el desánimo se apodera de nuestra voluntad y todo a nuestro alrededor pareciera salir mal, pudiera ser porque estamos perdiendo nuestro enfoque en la visión de la vida cristiana. La vida del mundo nos rodea, y si la dejamos entrar comenzaremos más a pensar como el mundo en lugar de pensar en lo que nos espera. Abraham no sabía cómo era la ciudad que le esperaba, pero su visión no se obnubiló. Este es el primer hombre que tuvo la capacidad de ver lo invisible.  ¿Ha visto usted lo invisible? ¡Que no es posible! Mire lo que dice 2 Corintios 4:18. La fe ve lo invisible. Nuestra mirada pareciera mirar solo lo que se ve. Visión es ver más allá del alcance de la vista. Miremos más hacia el cielo. Allá está lo que nos espera.

VI. UNA FE QUE AL FINAL LOGRA LA  VICTORIA v. 12

¿Por qué Abraham es llamado “padre de la fe”? Porque a través de su fe, el mundo se ha beneficiado. Este hombre gozó de las bendiciones prometidas. El nombre de Abram, al principio significaba “padre exaltado”; por lo menos así era conocido en Ur, antes de ser llamado. Ahora su nombre “Abraham”, significa “padre de multitudes”. A ningún otro hombre se le ha dado esa bendición por su fe. Pero, ¿qué vino de Abraham? A través de él Dios engrandeció la tierra. ¿Cuánta gente había para el tiempo de Abraham? No lo sabemos, pero no era tanto, si tomamos en cuenta las generaciones postdiluvianas. Entonces, Dios hizo de Abraham una gran nación y a través de él serían “bendita todas las naciones de la tierra” (He. 11:12). De Abraham vinieron las doce tribus, los sacerdotes, los primeros reyes, los profetas. Pero sobre todas las bendiciones, de la simiente de Abraham vino el Señor Jesucristo. Desde entonces la Biblia dice: “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia  Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham  Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”. ¿Ha sido usted bendecido en la  fe de Abraham? Los verdaderos creyentes (ahora los gentiles) nos constituimos en “judíos espirituales” al identificarnos con Abraham en su fe.

CONCLUSIÓN: Spurgeon dijo: “Poca fe traerá su alma al cielo, mucha fe traerá el cielo a su alma”. Abraham trajo el cielo a su alma; y trajo, por medio de su fe, la salvación a las almas. Para el tiempo de Jesús, cuando Lázaro murió, fue directo al “seno de Abraham” que era una figura del cielo. Los que morían fuera de esa fe iban directo al Hades; allí fue el rico según lo relató Jesús. Cuando usted muera ¿a dónde irá, al “seno de Abraham” o al Hades? La fe de Abraham es una fe salvadora. Es la fe que luego vino en la persona de Jesús: “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gá. 3:14). ¿Cuál tipo de fe tiene usted? ¿Es una fe basada en las promesas? ¿Ha sido usted alcanzado por la “bendición de Abraham” que ahora viene a través de Cristo?

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