Del escritorio de Julio Ruíz

Dios quiere que permanezcamos libres

(Jueces 3:7-11)

INTRODUCCIÓN: Hemos dicho que el libro de los Jueces es único en la Biblia. Es la continuación de una de historia interrumpida de los planes de Dios.  Es un libro emocionante pero también uno de los más trágicos. En ningún otro encontramos un círculo vicioso tan marcado como aquí. El pueblo se corrompe y es entregado en manos enemigas, luego claman a Dios y se arrepienten. Después de esto Dios les levanta un libertador hasta que hay reposo en la tierra. Y así el ciclo vuelve a repetirse como si fuera un guión asignado a cada capítulo. También hay que decir que es un libro donde encontramos las historias más atroces sobre la conducta humana. El hecho que no había rey en Israel, y que todos hacían lo  que mejor les parecía, nos revela el tipo de moral que reinaba para ese tiempo.  Es un libro que nos cuenta de la ingratitud y la desobediencia de Israel, develándose con ello uno de los períodos más oscuros como nación escogida por Dios. Todo comenzó con la muerte de Josué. Al parecer la muerte siempre trae consigo cambios evidentes. Pero también es cierto que si hay algún libro que nos muestra la infinita misericordia de Dios, es éste. Dios tuvo todas las razones para  raer a Israel de la historia, pero no lo hizo porque él se complace en misericordia. La cantidad de jueces que Dios levantó en este período  nos hace ver la importancia que Dios le da a la libertad. Israel fue hecho un pueblo libre, pero se le olvidaba con mucha frecuencia. La conducta de ellos nos recuerda que existe la sombra de un esclavo detrás de cada hombre libre. ¿Por qué razón? Por la naturaleza pecaminosa que todavía tenemos. Esta es la razón por la que Dios ha levantado un libertador. ¿De qué nos quiere ver libre el Señor?

 

I. DIOS NOS QUIERE VER LIBRES DE LA PERVERSIDAD DEL CORAZÓN
 
1. Hay un corazón que tiene una tendencia a hacer lo malo v. 7ª. En los versículos previos a estos se nos habla que Israel se corrompió con las naciones que no conquistó, y que Dios, para probarles, se las dejó como azotes continuos. Entre las cosas que hicieron fue intercambios matrimoniales. Consintieron en mezclar a sus hijos unos con otros. Al hacer  esto se corrompían como familias y también corrompían el linaje santo. ¿Por qué esta tendencia del corazón? ¿Por qué aun en los hombres que más han buscado y amado la integridad se manifiesta un corazón perverso? ¿Qué pasó con un David que era un varón conforme al corazón de Dios? Bueno, el profeta Jeremías nos hace una radiografía del corazón del hombre al describirlo que: “Engañoso es el corazón más que todas la cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?…” (Jer. 17:9). Esta es una dolorosa verdad que nos cuesta reconocer. Es más, no la aceptamos. No se esperaba que el pueblo de Dios hiciera lo malo y menos delante de él, de una manera descarada. ¿Por qué los  santos hacen cosas malas? Porque su corazón es “perverso más que todas las cosas”. Y por cuanto es Dios que lo conoce,  él mismo dice: “Dame hijo mío tu corazón…”. Y en otro lugar  dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida…”. No confíe en su corazón, confíe en el corazón de  Dios que no falla.

 
2. Hay un corazón que tiene una tendencia a olvidarse de Dios v. 7b. El Dios de Israel tenía nombre propio: “Jehová su Dios”. De esta manera se les había revelado a la nación. Israel conoció que Jehová —una transliteración de la palabra “Yahvé”, significaba “yo soy el que soy”. Ningún otro Dios pudo decir esto antes ni lo ha dicho después. El único Dios que habla es Jehová, pues los demás tienen ojos más no ven, oídos más no oyen, pies más no caminan y manos más no tocan. Israel también le conoció como “Elohim”; esto es, un Dios con gloria propia, llena de majestad y dominio. Sin embargo, Israel se olvidó de su Dios. Ahora bien, ¿sabíamos nosotros que olvidarse de  Dios es el camino que conduce a la apostasía? En este libro el abandono a Dios es una constante. Era solo cuando Israel se veía agobiado por sus enemigos que buscaba a Dios.  A lo mejor nuestra condición no sea la misma que experimentó Israel en su abierta posición  de abandono de su Dios, pero aquella actitud conformista  de no buscarle más en oración, de no sentir un vivo deseo de ir a su palabra para buscar su voluntad, de no manifestar un espíritu generoso de “dar a Dios lo que es de Dios” y de no comprometerse más con él con su presencia en los cultos, y en el trabajo que se hace para él, nos presenta una manera de olvidase de Dios. David nos convoca a evitar el pecado de olvidarnos de él (Sal. 103:1-3).

 
3. Hay un corazón que tiene una tendencia a servir a otros dioses v. 7c. Ya Israel había aprendido el culto que se le ofrecía a Baal y Astarot, pero ahora surge un nuevo dios con características femeninas conocida como Asera. Bien se pudiera pensar que ellos completaron una “trinidad” pagana con la que excluían a la Trinidad divina. La palabra “sirvieron” denota la manera cómo ellos se acercaron a estas deidades paganas. Significa que ellos le dedicaron sus talentos, sus voces, y les trajeron sus ofrendas. La perversidad de su corazón les llevó a cambiar la gloria del Creador por la gloria de la criatura. Israel había sido instruido para que al entrar en la tierra de Canaán destruyera todos los altares. Esta era la recomendación: “No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz…” (Jue. 2:1,2). Pero Israel en lugar de destruir esos altares creo nuevos, y seguramente reedificó algunos otros. En este sentido vemos que el ser humano no cambia. Hay “dioses” que nos mantienen esclavos, sirviéndoles primero a ellos que al Señor. Considérese aquí: el trabajo, diversiones, dinero, afanas, deportes…  Es bueno decirle al diablo lo que el Señor también le dijo en la tentación de  adorarlo: “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás” (Mt. 4:10).

 

 
II. DIOS NOS QUIERE VER LIBRES DE LA PROVOCACION DE  SU IRA

 
1. Dios también se aíra v. 8.  La Biblia nos dice claramente que Dios es amor. Esto es parte de su naturaleza y es uno de sus más distintivas características. Pero eso no convalida la posición de aquellos que dicen que por cuanto él es amor, no podría enojarse contra sus criaturas, y menos haber permitido que su Hijo muriera por la humanidad en la forma cómo lo hizo. Pero la verdad es otra. La Biblia nos habla de la ira de Dios. Esta característica nos revela lo repugnante que es para él el pecado y las injusticias de los hombres. Pablo lo presentó de una manera muy drástica cuando hizo referencia a la depravación del hombre: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…” (Ro. 1:18).  De modo que encontramos una y otra vez a  un Dios que reacciona con ira todas las veces que su pueblo lo provocó (2:14). Una cosa queda muy clara en la Biblia, el pecado cometido provoca la ira de Dios, tanto así que fue necesario de un intercesor junto con sacrificios para  aplacar su ira. Moisés fue un continuo intercesor por Israel. Pero fue Jesucristo con su muerte que aplacó la ira divina contra el pecado. Hay gente que se pregunta por qué Dios no actúa con el pecado como lo ha hecho siempre ¿Cuál es la diferencia ahora? Porque Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dios descargó su ira santa sobre él. El grito de abandono de la cruz revela esto.

 
2. Dios necesita castigar la rebelión. A veces las medidas disciplinarias que usa Dios nos parecen duras, y en algunos casos pudieran verse como injustas, pero el ser humano necesita saber la gravedad de su pecado. En el caso que nos asiste, Israel fue vendido a un malvado rey de Mesopotamia llamado “Cusan-risataim”. Ese nombre revelaba una gran maldad. Dios se encargó de vender a su pueblo a ese malvado rey como resultado de su rebelión. ¿No es  algo extraño que Dios negociara a Israel, como hacían los amos con los esclavos, a alguien tan malo? Pero, ¿a caso Dios no  ha usado hasta el mismo Satanás para lograr sus fines? El asunto es que si ellos rehusaron servir a Dios, y optaron por servir a otros dioses, ahora los pone en manos de un hombre malvado para que experimenten las consecuencias de su propia ira. Ya hemos dicho que “horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo”. Una cosa que el Señor quiere evitarnos es que caigamos en manos de un “Cusan-risataim”. No es su voluntad que sus hijos vuelvan a la esclavitud. Él nos quiere por siempre libres. No provoquemos su ira.

 

 
III. DIOS NOS QUIERE VER LIBRES POR ESO HA ENVIADO SU LIBERTADOR

 
1. Para que haya liberación debe haber clamor v. 9. La mano de “Cusan – risataim” los llevó a un clamor de retorno hacia su verdadero Dios. La liberación siempre está precedida de un clamor profundo. Israel experimentó su  primera liberación como resultado de un gran clamor. Previo a las plagas que provocaron la liberación de Egipto,  el pueblo no pudo estar peor. Frente aquel angustioso estado, Dios le dijo: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios…” (Ex. 3:8, 9). Hay estados espirituales que llevan a una persona a una profunda pena. Hay aflicciones que reducen a la persona a un estado de conmiseración. Hay pruebas que tienen la misión de llevar al individuo a una desesperación donde ya las fuerzas físicas y emocionales colapsan. Pero cuando el clamor del alma emerge con toda la fuerza del deseo, entonces  Dios oye la oración, conoce nuestro estado y desciende para atendernos. No hay un clamor por liberación que Dios no lo escuche. Un corazón contrito y humillado mueve el amor de Dios. La respuesta de Dios no tarda cuando hay un corazón quebrantado en su presencia. La presencia libertadora de Dios no se tarda.

 
2. Un libertador llamado Otoniel.  El nombre “Otoniel” significa “Dios es poderoso”. Y este hombre, al convertirse en  el primer libertador para Israel, hizo honor a su nombre pues fue levantado para traer de regreso a Israel a la libertad. Era yerno del gran Caleb, el hombre que junto con Josué fue reconocido por su alta fidelidad a Dios. Lo primero que se nos dice de ese libertador es que no fue comisionado por hombres sino directamente por Dios. El versículo 10 nos dice  que “el Espíritu de Dios vino sobre él…”. Los que han sido libertadores enviados por Dios han sido poseedores de este don del cielo. Pero en el caso de los jueces, el Espíritu venía sobre ellos y luego se iba. Sin embargo,  nuestro más grande libertador, quien fue levantado por Dios de una vez y para siempre, se nos dice que al comenzar el ministerio leyó sobre lo que de él estaba escrito, diciendo: “El Espíritu de Dios está sobre mí,  porque me ha ungido…” (Lu. 1:1-4).  Cuando Otoniel murió,  Dios necesitó levantar otros cuantos libertadores. A Jesús lo levantó una sola vez.    

 

3. Debe haber una derrota interior antes de la exterior v. 10b. Después que Otoniel fue capacitado por Dios por el Espíritu quedó autorizado para juzgar a Israel. La idea de aquella acción, previa a la guerra, fue la de  reprenderlos y reformarlos debido a su tendencia natural a pecar. En esto hay un principio rector. El enemigo interior, el pecado, ha de ser vencido antes, para que el enemigo exterior pueda ser vencido con facilidad. Note como el texto bíblico responde a esa verdad. Tome en cuenta este principio. Si Jesús es nuestro Juez, nuestro Rey y nuestro Legislador, el nos salvará (Is. 33:22). He aquí el camino de la liberación. El texto dice que el Señor entregó en su mano a Cusan-risataim. Dios es el más interesado en derrotar a nuestros enemigos. Aquel rey malvado solo pudo afligir a Israel ocho años; un período muy corto si se compara con otros de prolongada esclavitud. Nosotros tenemos el más completo de los libertadores, nuestro Señor Jesucristo. Él es más grande que Otoniel. Si Otoniel significa “Dios es poderoso”, Jesucristo es el Dios Todopoderoso. Si enfrentamos la batalla con él, habiendo vencido primero nuestros enemigos interiores, Dios derrotará al malvado que ataca.

 
CONCLUSIÓN: Hay un feliz resultado para los que aman la libertad: “Y reposó la tierra cuarenta años…” v. 11. Las guerras agitan la tierra. Perturban la paz. Han sido  causa de incontables muertes. En la vida espiritual hay batallas que librar porque hay una tendencia a volver a la esclavitud. Sin embargo, el llamado es: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos ha hecho libre, y no estéis sujetos al yugo de la esclavitud” (Gá.5:1)

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